martes, 19 de enero de 2016

Yo creía...

Yo creía que en Podemos no cabían las consideraciones territoriales, que sus parámetros eran distintos y que si eso de 'izquierda y derecha' era cosa de la vieja política, lo de andar liados en límites 'geopoliticoadministrativos' tampoco tenía sentido. Yo creía que en la lógica Podemos, lo de haber nacido -y ni siquiera- en Pulpí o en Martorell era irrelevante a la hora de ocupar la centralidad del tablero político, de tomar conciencia así de pertenecer a 'los de abajo' frente a 'los de arriba'. Yo creía que lo territorial como justificación de reivindicaciones particulares no iba con Podemos -no confundir esto con el hecho de que en el ideario de este movimiento no existiera también una concepción del modelo territorial, una propuesta para organizarnos-.

Yo creía que en Podemos estaban en contra de lo que se dio en llamar 'sopas de siglas', confluencias o mezcolanzas de partidos y movimientos. Yo creía, porque así lo oí explicar en más de una ocasión, que la 'marca Podemos' era la ganadora, la única capaz de capitalizar el voto del cambio como había sido capaz anteriormente de aunar la ola de indignación; del mismo modo que ya había removido a ciertos elementos de las clases política y económica sólo con sus intervenciones en los debates televisivos; igual que habían logrado, sin todavía tener el poder, introducir un nuevo lenguaje en el debate y poner el foco en la regeneración democrática, en la participación y en la transparencia.

Yo creía que Podemos no quería privar a la ciudadanía de la posibilidad de votar a Podemos, que por ese motivo se presentó con su nombre y logo a las elecciones autonómicas, y que si no lo hizo también en las municipales fue por la dificultad de controlar la pureza de sus valores y el compromiso de sus representantes en cada uno de los más de ocho mil municipios de España. Yo creía además que Podemos era diferente, intrínsecamente horizontal y participativo, rupturista, novedoso.

Yo no creía que Podemos iba a tratar de convertirse en un PSOE 2.0, dado que, como he dicho, su lógica no es la de izquierda-derecha ni su propuesta inicial era socialdemócrata. No creía que, de manera tan evidente, iba a tratar de derribar al Partido Socialista para hacerse con su electorado. Yo no creía que Podemos fuera a conceder un tratamiento diferenciado a territorios como Cataluña, Comunidad Valenciana o Galicia, que iba a privar a los habitantes de dichas comunidades de la posibilidad de votar a 'Podemos-Podemos', que, allí sí, iba a dar carta de naturaleza a las 'sopas de siglas',

Yo no creo que todo el que votó a Podemos en Lorca o en Zamora supiese que su papeleta iba a ir a parar a un conglomerado en el que se diese tratamiento distinguido a Galicia, Comunidad Valenciana y Cataluña. No creo que el votante de Podemos supiese que hacer un referéndum en Cataluña iba a ser requisito indispensable para comenzar a aplicar medidas sociales y de rescate ciudadano, rescate para cualquier ciudadano o ciudadana en apuros viva en el rincón de España en el que viva. No creo que el votante de Podemos supiera que comenzar a acabar con la desigualdad iba a depender del número de grupos parlamentarios en el que se habrían de dividir la totalidad de los votos que obtuviera dicho partido -al final vemos que ha sido uno solo, y que esto ha costado que el bonito número de escaños que Podemos logró se haya visto cercenado con la salida de cuatro diputados de Compromís-.

Creo que lo que yo percibo como cambios entre lo que Podemos dijo ser al nacer y lo que es hoy, se debe a los resultados de las elecciones europeas, y posteriormente, las autonómicas, así como a la aparición en escena de Ciudadanos, un partido también 'nuevo' y 'rupturista' a su manera. Un 'Podemos de derechas', como a veces lo llaman, y que ha pescado tanto en las aguas del PP como en aquellas que ya parecían estar en el barreño de Podemos.

Podemos ha moderado sus planteamientos para ganar votos, ha hecho confluencias en clave territorial para ganar votos, y ataca principalmente al PSOE para ganar votos. Lícito es, pero así debe explicarse. Podemos no pensó que hacer una gran confluencia nacional centrada en las aspiraciones de todos los españoles que quieren cambio, y no en las de los que quieren cambios en primer lugar para su territorio, pudiera haberles dado mucho, mucho más peso en el Congreso de los Diputados.

La izquierda -yo sigo moviéndome en esa lógica de izquierda-derecha- siempre decepciona porque las expectativas son elevadas: acabar con la desigualdad y con la injusticia, velar por el bien común... Sus votantes son críticos. Discuten sobre cómo cambiar el mundo, sobre qué camino es mejor. Se dividen. Podemos no debe pensar que por proclamar ser de abajo frente a los de arriba, no sabemos que es de izquierdas. Y no debe pensar que por tener poco tiempo de vida está libre de decepcionar. A la izquierda, para decepcionar, le sobra un día.

Crisis de valores y de sistema.