En esta segunda parte del trabajo que dediqué a Luis Carandell, repasamos su etapa como cronista parlamentario, la consolidación de su carrera y su faceta como comentarista, tertuliano y contador de anécdotas. Siempre con la palabra exacta, con el verbo adecuado y con el ingenio a punto, así hablaba Carandell. Lúcido y humilde, es un ejemplo a seguir en esta selva del periodismo.
La transición, el periodismo
parlamentario y los años 80
Una
vez muerto Franco, los acontecimientos políticos se fueron acelerando y no hubo
tanto tiempo para el humor. Tras haber colaborado en “Cuadernos para el
diálogo”, en 1978 entró a formar parte de uno de los periódicos esenciales
durante la transición democrática en España, Diario 16, y comenzó su fructífera
etapa de cronista parlamentario. En dicho ámbito llegó a ser muy valorado como
fino observador de las sesiones del Congreso y, de hecho, después de su muerte
se creó un premio con su nombre, el Premio Luis Carandell al Periodismo
Parlamentario, que otorga el Senado. Entre los galardonados podemos señalar a
Labordeta y, este mismo año 2011, a Iñaki Gabilondo.
Ya en 1982 y de la mano
del Jefe de Informativos de Televisión Española, José Luis Balbín, Carandell
empezó a presentar un programa sobre las sesiones del Congreso. Carandell lo explicó así: "Lo
que intenté fue conectar el parlamentarismo español de ese momento con el
parlamentarismo español antiguo de las Cortes de Cádiz, porque había muchos
televidentes que no sabían que la democracia y el parlamentarismo no eran una
cosa inventada entonces, sino que tenía raíces que venían de 1810. Hay que
pensar que España es el tercer país del mundo que hace una constitución
liberal, tras Estados Unidos y Francia. Era muy importante resucitar el
anecdotario de las cortes que va desde 1810 hasta 1936”. La brillantez de su planteamiento residió en despreciar a la dictadura demostrando que España era un concepto mucho más amplio que el que impuso el franquismo, y que los cuarenta años de represión habían sido un triste paréntesis en la trayectoria de un país con serios intentos de consolidar la democracia. Esa labor de Carandell
se plasmó en los libros “El show de sus señorías” y “Se abre la sesión”, lo que
en opinión del periodista, “significó dar el pulso humano y el ingenio de los
parlamentarios españoles”. Sin embargo, en sus últimos años se lamentó de que
los políticos españoles hubiesen perdido la capacidad de la oratoria: “Ya no
hablan, leen”.
Ya metido en asuntos “serios”, aunque sin perder la mirada despierta y el
sentido del humor, Luis Carandell presentó el Telediario del fin de semana entre
1985 y 1987, y llegó a iniciar una edición con unos versos de Lope de Vega, y a
acabar otra edición con unos versos de Víctor Hugo. Por entonces, el periodista
tenía más que ganada la credibilidad de los españoles. Él mismo contó la siguiente anécdota: "Cuando
hacía el telediario se me acercó una señora y me preguntó: "Señor
Carandell, ¿qué tiempo le parece que va a hacer este fin de semana? Es que si
usted me lo dice me quedo más tranquila"”. En 1987, Luis Carandell
presentó un programa puramente cultural en TVE, “La hora del lector”, y en 1989
volvió a la prensa escrita con su trabajo en El Independiente y en El Sol.
Los años 90, conferencias y tertulias
En
1990, Luis Carandell se incorporó a Antena 3 como presentador de su propio programa de televisión,
“Carandelario”, y como contertulio en el programa de radio de Miguel Ángel
García Juez. Recordando esta colaboración, Carandell admitía que nunca pasaban
del primer tema de la tertulia: “siempre acabábamos hablando de otra cosa. Él
tenía unos papeles e iba diciendo las noticias del día, y decíamos “déjese
usted de eso, que lo importante de hoy es que me he comido unas pochas con
codorniz que estaban extraordinarias””. En 1995 comenzó a colaborar en “Las
mañanas de Radio 1”, de Radio Nacional de España, junto a Julio César Iglesias,
Eli del Valle, Chumy Chúmez y otros personajes, contando las peripecias del
santo del día. Dicha sección derivó en la publicación de un libro, “El Santoral
de Carandell”, en 1996.
El interés por las hagiografías le vino desde la
infancia: “Los santos de mi santoral me los contaba mi abuela, y los milagros
eran una cosa corriente para mí”. Luis Carandell destacaba un par de ellos:
“Esa chica de Ávila a la que persigue un violador, y se mete en una ermita a
orar a San Segundo, Patrón de Ávila, y le crece la barba, y luego entra el
violador y le dice: ¿ha visto usted a una señorita por aquí?”. Y el raro milagro
de San José de Cupertino, “que levitaba, y lo hacía de tal manera que los frailes
tenían que atarlo a la pata de una mesa”. A pesar de haber tenido tanto interés
en los santos y de haber sido educado en la férrea disciplina de la Iglesia
Católica, Carandell expresó sus dudas religiosas aunque no llegara a considerarse
ateo al cien por cien: “Ateo es demasiado… De la misma manera que no puedes
saber si existe, tampoco puedes saber que no existe. ¿Cómo lo puedes asegurar?
Tendrías que tener mucha fe, los ateos tienen mucha fe y yo no persigo tanto”. Mientras
participó en “Las mañanas” de Julio César Iglesias, también intervino en la
tertulia semanal de “Edición de tarde” de Radio Nacional, junto a Antonio San
José.
Durante
los años noventa, además de todas las colaboraciones citadas, Luis Carandell se
dedicó a dar conferencias y siguió participando en charlas y debates, o como él
gustaba de llamarlas, en tertulias, algo que le apasionó desde siempre. El
periodista admitió muchas veces “un gusto desmedido por la conversación”, a la
que consideraba “el arte supremo, sin el que no podrían existir los demás”. De
hecho, fundó su propia tertulia en la Taberna del Alabardero, en Madrid, junto
al periodista ilicitano Vicente Verdú, y a Manuel Gutiérrez Aragón, Félix
Santos, Ángel García Pintado, Fernando Castelló, José Antonio Gabriel, Andrés
Berlanga o Miguel Ángel Aguilar, entre otros. Estudioso, aficionado y conocedor
del asunto, Carandell dio unas claves sobre la tertulia española:
“Cualquier
reunión española que sea habitual, se puede llamar tertulia, aunque los
andaluces también llaman tertulia a la fosa común del cementerio, lo que ya es
humor negro español. Para la tertulia hay varias reglas y la primera sería
tener lugar y tiempo fijos. La segunda es definir si es tertulia abierta o
cerrada: en las abiertas puede entrar todo el mundo, y en las cerradas los
contertulios se sientan siempre en el mismo sitio y toman siempre lo mismo.
También hay tertulias con o sin director, y luego hay una tercera regla que es
la que ha mantenido la tertulia española, que es hablar mal de los ausentes.
Por eso nadie se marcha y todo el mundo acude”.
También reflexionó sobre el
hecho singular de la tertulia española: "Los españoles nos
atrevemos a hablar de todo, y es asombroso. En Alemania no funcionarían jamás
las tertulias que se emiten aquí en la radio porque la gente diría, “espere,
voy a llamar a un vecino mío que es especialista en esto que dice usted y él se
lo contará mejor que yo”. Aquí la gente se lee el periódico y sabe de todo”.
Según Carandell, “esto viene de la tradición de la tertulia española, que es
tan antigua como España. Aquí siempre se ha conversado por el placer de
conversar, siempre se han hecho bromas, siempre se ha discutido de todo y las
tertulias tienen una importancia que en otros países no tienen”. Reflexionando
a su vez sobre la figura del periodista, Luis Carandell dijo: "El especialista sabe
casi todo de casi nada, y los periodistas sabemos casi nada de casi todo”.
Quizá por eso prefirió hacer uso de la anécdota en sus debates y tertulias, ya
que para él, las anécdotas son “historia en pequeño, y la historia en pequeño
ilustra mucho la historia en grande”. Para reforzar dicha opinión, Carandell contaba
la anécdota del general carlista que “llegó a la plaza de L'Espluga de
Francolí, formó a la tropa ante la iglesia y dijo: ¡Rompan filas y a engendrar carlistas!".
En esos años Luis Carandell no abandonó su interés por los viajes, y
también prosiguió con sus estudios de celtiberismo publicando un nuevo libro,
“Diccionario de españología”, en 1998. En él no solo caben las palabras y el
origen de expresiones típicamente españolas y más o menos humorísticas, los
tacos y otros giros del lenguaje, sino también el sentido de muchas fiestas y
costumbres, la gastronomía y otras muestras de la cultura popular de nuestro
país, aunando de ese modo dos de sus pasiones (junto a los saberes inútiles,
las tertulias y las anécdotas): el lenguaje y viajar. Al respecto, el
periodista admitió: "Tengo preocupación por el lenguaje. A veces parece que
estoy loco porque voy por la calle repitiendo “mur-cié-la-go”. Me hace gracia.
Llamar a las cosas por su nombre es el principio de la reflexión. ¿Por qué se
llama murciélago y no cantantuno? El escritor tiene que estar atento, confiar
en su oído, en lo que la gente dice por la calle. Si no existieran los demás,
no saldría ningún libro”. Completaba dichos argumentos en el prólogo de su
diccionario españológico: “No hay mejor juego que el del idioma y nada más
divertido y sorprendente que conocer los nombres de las cosas, y aprender de
dónde vienen las frases hechas que repetimos sin reparar en ellas”.
El final. De cómo era Luis Carandell en
boca de sus amigos
A
partir de 1999, Luis Carandell alternó su participación quincenal en el diario
El País con una sección de opinión en el “Hoy por hoy” de Iñaki Gabilondo, en
la cadena SER. También escribió sus memorias en dos volúmenes, aunque el
segundo no pudo concluirlo. Son “El mejor día de mi vida”, ya nombrado en este
trabajo y donde además se da testimonio de la España franquista, y “Mis picas
en Flandes”, en el que también cuenta sus peripecias y viajes por el
extranjero. Carandell, casado y con dos hijas, murió el 29 de agosto de 2002 en
Madrid, a los 73 años, víctima de un cáncer de pulmón. Según se contaba en El
País al día siguiente, él mismo había llamado unos días antes a la redacción
del periódico para avisar de que ya no podría enviar más colaboraciones,
consciente de que llegaba el final. Fue incinerado en el cementerio de la
Almudena y sus restos fueron trasladados posteriormente a la localidad de
Atienza, en Guadalajara, lugar del que estaba enamorado. En Atienza solía
veranear desde los setenta y allí se instaló para pasar los últimos años de su
vida.
“Cuando
él empezaba a hablar, todos callábamos. Desgranaba sus conocimientos sin hacer
ningún esfuerzo, tenía una memoria siempre dispuesta”. Así se expresó Vicente
Verdú tras la muerte de su amigo Luis Carandell. Otro contertulio decía del
periodista que “tenía tantas anécdotas, y tan buenas, que era inagotable. Era
un genio de la literatura oral”. “Había tanta generosidad en él, que hasta
cuando contaba algo contra alguien, ese alguien salía beneficiado”, y añadía
que Luis Carandell “tenía el don de la generosidad intelectual”. Según
Margarita Rivière, Carandell “era la persona que menos importancia se daba del
mundo. La suya no era propiamente humildad, sino una mirada sobre la vida siempre
distanciada y con enormes dosis de ironía”. Josep María Castellet añadía que
“era amigo incluso de sus enemigos”. Uno de los calificativos más acertados,
quizá, de los que recibió Luis Carandell tras su muerte, le llegó a través de
una carta al director de El País, firmada por Natacha Seseña: le llamaba “gran
microhistoriador”. En ese mismo artículo, su autora afirmaba que “Luis era
capaz del más alto humor y, al mismo tiempo, la mayor consideración y ternura,
atributos que su inteligencia supo llevar a las más altas cotas. Como niño de
la guerra observó todo, que era mucho, quizá en silencio, y lo fue hilando y
afinando en el huso de su pensamiento para darlo a los demás en sus artículos,
crónicas, libros y conversas”.
De la huella que Luis Carandell dejó,
casi más impactante que todas esas reacciones justo tras su muerte sea el homenaje
que recibió en 2010 en Atienza, ocho años después, donde todavía arrancó
lágrimas y por supuesto, muchas sonrisas. Organizado por la Diputación
Provincial de Guadalajara y por la Asociación Sibilias de Atienza, y con la
asistencia de su mujer, sus hijas y un buen número de amigos y familiares, se
destapó una placa conmemorativa en la casa donde vivió el periodista, se
debatió sobre su figura y su obra y hasta hubo un pasacalles y un concierto de
órgano, algo que su viuda, Eloísa Jager, afirmó que “a Luis le habría
encantado”. Luis Carandell reflexionó en sus memorias sobre la muerte de su
madre, afirmando lo siguiente: "Hay muertes en las cuales el dolor de la
ausencia se ve compensado por la admiración ante la forma en que el fallecido
vivió. La vida es una obra, y una obra bien hecha debe despertar más aplauso
que llanto". En el referido homenaje de 2010 en Atienza, Carandell también
obtuvo un nuevo aplauso.
Premios y reconocimientos
Luis
Carandell fue nombrado “Hijo Adoptivo de Madrid” en 1980. Recibió el Premio de
Periodismo Madrid 1988, concedido por la Cámara de Comercio e Industria de la
capital, y en 1990 se le otorgó el título de "Guía honorario" por
parte de la Asociación Profesional de Informadores Turísticos de Madrid. En
1995, el Consejo de Ministros le concedió la Medalla de Oro al Mérito en el
Trabajo. Fue miembro del consejo director de la Asociación de Periodistas
Europeos, y desde 1993 lo fue también del consejo literario del Centro
Internacional del Humor, con sede en Granada. Uno de los galardones que más
ilusión le hizo fue el de Caballero Honorario de la Caballada de Atienza,
fiestas de especial relevancia en esa población de Guadalajara. Así mismo, el
Círculo de Bellas Artes de Madrid le otorgó la Medalla de Oro de la entidad a
título póstumo en el año 2002.
Conclusión
La elección de Luis Carandell para
este trabajo de Historia del Periodismo vino motivada por la admiración que
sentía hacia el personaje, ya desde aquellas intervenciones en “Las mañanas de
Radio 1”, y la primera razón quizá no fuese exclusivamente periodística sino de
sensaciones personales: el timbre de su voz, la manera en la que exponía sus
historias y contaba sus anécdotas, el tono sosegado y ese aire de persona culta
y al mismo tiempo sencilla, me despertaban eso que hoy en día llamamos “buen
rollo”. En cualquier ámbito de la vida admiro la sencillez como principio
básico, como rasgo de inteligencia, y también la humildad de quien, sabiendo
mucho, es consciente de que no lo sabe todo. No lo conocí en persona, así que en la distancia física -pero en la proximidad de la radio, la
televisión y la palabra escrita-, Luis Carandell parecía poseer todas esas
cualidades: sencillez, una gran cultura y la inteligencia suficiente como para
administrarla con humildad.
El
primer recuerdo que tengo del periodista es el de presentador del Telediario de
fin de semana, aunque ya hubiese escuchado su particular voz en muchas
ocasiones. Mis padres lo conocían bien porque durante la transición democrática,
y después, además de ser asiduos compradores de Diario 16 siempre estaban al
tanto de lo que se cocía en el Congreso de los Diputados. A medida que fui
creciendo, y ya no sólo como receptor de información sino también en el intento
de someter la información a análisis y crítica, fui diferenciando la actividad
y la manera de hacer de los medios y de los periodistas. Y en esa selección de
lo que me gustaba y de lo que no me gustaba, y de las razones de tal selección,
Luis Carandell siempre estuvo en un plano positivo. Ahora, en las últimas
semanas de búsqueda de datos sobre el personaje, después de leer artículos,
semblanzas y entrevistas, y de releer en algunos casos, o descubrir en otros,
parte de su producción literaria, creo que Luis Carandell ha marcado con su trabajo un camino a seguir.
Frente al periodismo servicial, guiado por intereses económicos o políticos, y
frente a cierto tipo de periodista dado en pontificar sin tener conciencia
exacta de la responsabilidad del oficio y del compromiso con la sociedad, Luis
Carandell se muestra como el ejemplo de periodista observador, sagaz y
reposado, activo, independiente, no histriónico, lúcido y pertinente. De ese
tipo de periodistas que la profesión debe recordar y emular. Eso sí, ya desde
hace algunos años, y ahora que lo he vuelto a intentar, me sorprende
negativamente lo difícil que es encontrar sus libros en librerías y en algunas
bibliotecas, por estar agotados o descatalogados. No entiendo que no se haya hecho
una revisión y reedición de su obra, aunque confío en que se contravenga este
celtibérico olvido con motivo del décimo aniversario de su muerte, en el
próximo verano de 2012.
Bibliografía.
-ABC.
Artículo “Muere Luis Carandell, certero cronista de la España cañí”, de
Trinidad de León, 30 de agosto de 2002.
-Blog
de Iñaki Anasagasti. Artículo “Carandell resucitado”, 20 de julio de 2011.
-Canal
19 TV, Guadalajara. Reportaje “Atienza rinde un emotivo y entrañable homenaje a
Luis Carandell”, 30 de junio de 2010.
-“Celtiberia
Show”. Luis Carandell. Madrid, 1970.
-Contracultura.es.
Entrevista a Luis Carandell, por Raúl Minchinela, 24 de marzo de 2000.
-“Diccionario
de españología”. Luís Carandell. Madrid, 1998.
-El
País. Artículo “El periodista fundamental en el panorama informativo de la
transición”, de Elsa Fernández-Santos, 30 de agosto de 2002.
-El
País. Artículo “Un caballero”, de Eduardo Haro Tecglen, 30 de agosto de 2002.
-El
País. Cartas al Director. Natacha Seseña, 17 de septiembre de 2002.
-El
Periódico. Entrevista a Luis Carandell, por Pau Arenós, 2001.
-La
Vanguardia. Artículo “El dolor de la ausencia”, de Oriol Pi de Cabanyes, 22 de
septiembre de 2002.
-Triunfodigital.com.
-“Tus
amigos no te olvidan”. Luis Carandell. Madrid, 1975.
Pedro Serrano Solana. Diciembre de 2011.